lunes, 22 de mayo de 2017

Borne, de Jeff VanderMeer: fantasía existencialista, una reseña de Cristina Jurado

En Sense of Wonder tenemos los mejores colaboradores. Y buena prueba de ello es la reseña del siempre interesante Jeff VanderMeer que hoy nos trae la ilustre Cristina Jurado. ¡Espero que os guste!

Banda sonora de la reseña: Cristina sugiere leer esta reseña escuchando Upside Down, de Borne (YouTube).

Me debato, tengo que confesarlo. Me debato ante Borne de Jeff VanderMeer, que he leído gracias a la amabilidad de Elías Combarro (gracias, Elías). Digo que me debato porque hace una hora que he terminado de leerlo y aún no sé si me ha gustado o si me ha decepcionado. 

Borne es la obra más reciente del escritor afincado en Tallahassee (Florida), conocido por la trilogía de The Southern Reach, cuya primera entrega ha sido adaptada al cine y llegará pronto a las pantallas. Algunos defienden que Borne se inscribe en el subgénero de Cli-Fi, Climate Change Fiction, como ya lo hacía la trilogía a la que me referido. Yo no veo este punto sino de una manera muy tangencial, en tanto que se trata de una historia post-apocalíptica y, como en muchas de estas historias, la naturaleza revierte a un estado en el que cambia su relación con el ser humano: este ya no está en posición de ejercer control sobre la naturaleza, sino que se halla a su merced. 

En la novela se cuenta la historia de Rachel, una superviviente que subsiste como puede en una ciudad devastada por las invenciones de La Compañía, una empresa de biotecnología. Rachel vive con su socio y pareja, Witt, un antiguo trabajador de La Compañía y vendedor de la biodroga que él mismo fabrica. La ciudad sin nombre en la que estos personajes viven es arrasada diariamente por un oso gigante y volador llamado Mord, una creación desmadrada de la propia Compañía. La rutina de supervivencia de Rachel y Witt, ocultándose de Mord y sus secuaces, se ve alterada cuando ella descubre a un ser polimórfico que bautiza como “Borne” y que decide adoptar.

Este debería ser el momento en el que me extiendo en analizar el escenario post-apocalíptico trazado por VanderMeer, si incluye algún tipo de novum, etc, pero no voy a hacerlo. Porque estos aspectos de la historia son los que menos me interesan. Lo verdaderamente atractivo es la relación entre los personajes y, sobre todo, la relación de Rachel con el mundo. 

“But beneath that weight lay us, lay the stalwart roof of the Balcony Cliffs and the cross-section of body that served as our home—the lines that connected a woman named Rachel to a man named Wick. There was a secret shape to it all that lived inside us, a map that slowly circled within our minds like a personal cosmology.

En mi opinión, Borne es una historia sobre los efectos devastadores de la soledad, porque, aunque la supervivencia física (el comer, beber y disponer de un techo para guarecerse de criaturas hostiles) parezca ser muy importante, en realidad no deja de tener una relevancia secundaria. La protagonista se pasa toda la historia luchando contra una soledad que permea las ruinas de la ciudad sin nombre. Por eso adopta a Borne, un ser que ni siquiera parece ser otra cosa que un organismo vegetal, y lo trata como una especie de mascota en la que proyectar su instinto de protección y de empatía hacia otros seres vivos. Y no, no voy a utilizar el concepto de instinto maternal, porque no creo en él. 

Esto me lleva a una conclusión a la que he llegado después de considerar el asunto durante un tiempo: la literatura new weird de la que VanderMeer es uno de los más claros exponentes es, fundamentalmente, fantasía existencialista. Los escenarios fantásticos, los personajes extraños y las situaciones insólitas permiten retuercen los límites de lo verosímil para abordar los conflictos humanos más profundos. Porque la soledad no es el único tema que se trata. También se habla de lo que significa ser “humano”, de las alteraciones en la  percepción de la realidad, de las realidades alternativas y su relación entre sí…

“Rachel, Rachel—what am I?” The strobe of colors felt like a smile or a flash of relief.“That’s a tough one, Borne. I don’t know what you are.”“Am I a squirrel?”“I don’t think so.”“Am I a fish?”“Definitely not!”“Am I a … fox?! Secretly raised as a common animal. But really a royal fox. Most royal of foxes. First among fox-kind.”I shook my head. “No, not a fox.” […]“Then … am I a … Borne?”“Yes,” I said. “You are a … Borne!”“Oh, good,” Borne said, “because that’s the name you gave me.” I couldn’t tell if he was being sarcastic or not.“And I’m a Rachel.”“No, you’re not. You’re a human being.”

VanderMeer se vale de una estructura a modo de diario en el que la historia se desarrolla de la mano o, mejor dicho, en la voz de Rachel. Abundan los flashbacks y las digresiones, para dar a la narración una apariencia de algo contado al vuelo. Una de las partes más claramente filosóficas son los diálogos (entre Rachel y Borne sobre todo), conversaciones que versan siempre sobre cosas cotidianas pero que escoden una temática mucho más profunda. Es una estructura interesante aunque sospecho que podrían haberse cambiado algunos episodios de lugar sin que la narración perdiera fuerza. 

Y es que durante toda la obra me ha dado la sensación de que Rachel se habla a sí misma, incluso cuando dialoga con Witt o Borne. Eso me lleva a otra teoría que se ha ido fortaleciendo al mismo tiempo que leía las obras de VanderMeer: este autor despliega en sus obras un trasunto de sí mismo o de alguno de los aspectos de su personalidad y lo analiza en un diálogo consigo mismo. En Borne, por lo tanto, no es Rachel quien se cuestiona su situación, sino VanderMeer y es el escritor el que se vale de esta historia para auto-psicoanalizarse.  Esta teoría también podría aplicarse a otros autores , dentro y fuera del género, y no pretende sino reflejar un sentimiento personal de esta reseñadora con respecto a la obra de este autor. 

Una de las cosas que más me han llamado la atención es la propia ciudad sin nombre, completamente arrasada, ruinosa, repleta de aguas tóxicas y seres mutantes. Casi podríamos decir que es un personaje en sí mismo y, de alguna manera, encarna perfectamente esa idea de que la humanidad ha pasado del Antropoceno -en el que el hombre altera su entorno-, al Capitolceno, -en el que el capital gana protagonismo y dirige la Historia-, y que nos adentramos en el Cthulhuceno –en el que las catástrofes toman las riendas de la Historia y determina nuestra relación con el entorno-.  En este sentido sí puedo apreciar que la obra de VanderMeer se dirige en esta dirección en su conjunto, desde la trilogía de Ambergris hasta la de The Southern Reach, e ilustra el paso de la humanidad de una fase a otra.  

El que busque ciencia ficción va a encontrar más bien fantasía (hay incluso una Maga), y el que quiera escapismo va a descubrir que los temas existencialistas y filosóficos están muy presentes. Esto no quiere decir que VanderMeer no resulte entretenido y que su buen hacer –su prosa es muy eficaz, capaz de describir con claridad y belleza los escenarios más asolados y los personajes más devastados- no resulte atractiva. Lo que quiero decir es que no me atrevería a recomendar este libro a nadie y, de la misma manera, hay algo fascinante en esta historia que estoy segura de que puede seducir a muchos. Quizás tan solo haya que darle una oportunidad.

“A glittering reef of stars, spread out phosphorescent, and each one might have life on it, planets revolving around them. There might even be people like us, looking up at the night sky.”

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